En las calles y en los tribunales, una lucha por los derechos de las niñas en Honduras

By Global Fund for Children | June 1, 2020 | The Americas | Education, Gender Equity, Youth Empowerment

Este blog fue escrito por Keyla Naomy Canales Rodríguez, ex-coordinadora del Programa  “Las Niñas Lideran” de la Organización para el Empoderamiento Juvenil (OYE), socio de GFC en Honduras. Esta publicación también está disponible en inglés.

¿Sabe usted lo que es vivir con miedo? ¿Mirar sobre el hombro, respirar bajito, contar las pisadas, estar siempre lista para correr? Eso no es vida.

Ante el miedo una puede decidir dos cosas: quedarse callada, aguantar el acoso, hacer de cuenta que no pasa nada y pensar que es el destino de una como mujer, o puede gritar “estoy harta”, “no es justo”, y tratar de cambiar las cosas, para sí misma y para las demás. Yo elegí lo segundo.

Me llamo Keyla, tengo 24 años y vivo en El Progreso, Honduras. Nuestro pueblo es famoso por tres cosas: un puente que se llama La Democracia y que siempre está roto, como nuestro país, los campos bananeros y el calor.

Aún recuerdo cuando era pequeña y se podía jugar en la calle, esa sensación de libertad que sentía, lo feliz que era jugando con mis vecinos y mis vecinas. Éramos una comunidad. Una familia.

Después llegó una mara y todo cambió. Con la mara llegó el miedo. Ahora tocaba vivir encerrada. Bajar la mirada si se acercaba un grupo de hombres y aguantar el acoso. Agradecer todos los días por seguir viva.

Yo aún era una niña, pero solo pensaba una cosa: Esto no es justo. Esto tiene que cambiar. Así que cuando me hacían la típica pregunta: ¿qué quiere ser de grande? Yo no tenía dudas: quiero ser abogada, para ayudar a los demás.  Especialmente a las mujeres. Quiero cambiar lo que no es justo.

Keyla facilitando un taller sobre equidad de género para jóvenes de Oaxaca, México.

Para mi estudiar la universidad parecía un sueño imposible. Además de no tener las condiciones económicas, mi propio entorno parecía querer condenarme a una vida de servidumbre. “Usted no se preocupe por estudiar, ya mejor búsquese un hombre y tenga hijos. Si quiere estudiar para entretenerse está bien, pero acuérdese que el plan de vida de una mujer debe ser casarse, tener hijos y atender el hogar.”

¡Me sentía enojada!  y solo seguía pensando una cosa: no es justo. No es justo que ser mujer y ser pobre te pongan siempre en desventaja. Todos y todas tenemos derecho a estudiar, a soñar, a vivir sin miedo. Y yo no vine este mundo a conformarme ni a complacer a nadie.

Gracias a mi hermana conocí a la organización OYE, quienes me apoyaron con una beca para continuar mis estudios. Esto ya hubiera sido suficiente, pero OYE me dio mucho más. Me dio un propósito.

Keyla en la radio local hablando de la crisis en educación y salud que existe en Honduras.

Me enseñaron, que las y los jóvenes podemos ser líderes y agentes de cambio en nuestras comunidades. Que las mujeres podemos organizarnos y exigir nuestros derechos. Que tengo derecho a conocer mi cuerpo. Que los límites y los miedos los llevamos adentro, y que la mejor manera de combatirlos es no quedarse callada.

Una de las primeras actividades que me tocó realizar en OYE fue coordinar un programa llamado “Deportes en Acción”, que buscaba, a través de la práctica deportiva, fomentar relaciones más equitativas entre hombres y mujeres jóvenes y derribar estereotipos de género.

Mucha gente se sorprendió. Incluso hubo algunos que se enojaron. ¡Cómo es posible! Una mujer coordinando deportes y organizando torneos de fútbol. Por qué no mejor da clases de cocina o de volibol, esas sí son cosas de mujeres. Se va a lastimar, pobrecita.

No es justo. Otra vez, no es justo. Y con logros les demostré que las mujeres podemos practicar cualquier deporte y dirigir eventos deportivos. Incluso mejor que los hombres.

Un tiempo después me ofrecieron coordinar un nuevo programa llamado “Las Niñas Lideran”. El objetivo era organizar a un grupo de niñas y jóvenes para que pudieran reflexionar sobre la violencia de género que viven todos los días y sobre su salud sexual-reproductiva. Todas esas reflexiones las convertimos en recomendaciones de política pública, pues queríamos que se incluyeran las voces de las niñas y las jóvenes en las decisiones que toma el gobierno y que afectan sus cuerpos y sus vidas.

Este programa me cambió la vida. Pude aprender tanto de ellas … enojarme y conmoverme con sus historias de acoso, indignarme ante la violencia que sufren todos los días, maravillarme de su claridad y su capacidad para tomar decisiones, admirar su tenacidad y su coraje. Estas niñas han sido las mejores maestras que he tenido.

Me reconocí en ellas y recordé las violencias que yo viví. Otra vez sentí enojo. Otra vez sentí indignación. Pero ahora, sabía que no estaba sola, y eso me dio mucha fuerza. Había recuperado mi comunidad. Había encontrado una familia.

A pesar de que hubo momentos duros, nunca nos permitimos perder la esperanza. Nos sosteníamos y nos recordábamos que hay que defender la alegría. Que, sin baile, sin juegos, sin creatividad, no podemos cambiar el mundo. Si dejamos de reír, ya perdimos.

Fue en este espacio dónde comencé a reconocerme como mujer joven feminista. Ese era mi propósito. Había perdido el miedo.

Las niñas y las jóvenes salimos a la calle. Tomamos la calle. Sin pedir permiso. Fuimos a escuelas, parques, centros de gobierno. Nos paramos y dijimos: “Estamos hartas,” “No es justo,” “No queremos y no merecemos su violencia y su discriminación,” “Y no estamos dispuestas a tolerarlo más.”

Keyla en una acción pública para conmemorar el décimo aniversario del golpe de estado en Honduras.

Hablando, gritando, reclamando, los obligamos a escuchar. Y el año pasado, presentamos un borrador de política pública sobre salud sexual integral al gobierno municipal. Nuestro enojo se convirtió en acción. Nuestra indignación se transformó en propuesta.

Reflexionamos juntas. Aprendimos y enseñamos. Lideramos. Les mostramos a todos que las mujeres somos capaces de hacer grandes cosas. Y así, transformamos el mundo.

Y esto es solo el inició.

Queda mucho por hacer: hay que seguir creando espacios para que hombres y mujeres reflexionemos sobre la violencia que vemos, experimentamos y reproducimos y nos demos cuenta que tenemos el poder de cambiar y mejorar nuestras comunidades.

Las violencias nos atraviesan distinto. Por eso es importante dialogar. Reconocer que, aun siendo diferentes, tenemos los mismos derechos.

Ahora soy abogada y, aunque sigo conectada a OYE de muchas maneras, trabajo activamente en una organización defensora de derechos humanos. Cumplí el sueño de mi vida.

OYE me enseñó que tengo una voz, y que esa voz vale mucho y puede inspirar a las y los demás. Que siempre hay que poner el ejemplo y pensar siempre en el bienestar colectivo.  Y que, si es necesario, hay que gritar. Gritar hasta que alguien más te escuche.

Nunca más. Nunca tendrán la comodidad de mi silencio. Una y otra vez seguiré diciendo “No es Justo, esto tiene que cambiar”.

Ese es el primer paso para hacer de este mundo un lugar mejor.


La Organización para el Empoderamiento Juvenil (OYE, por sus siglas en inglés) es una organización hondureña comprometida con el desarrollo y la formación integral de jóvenes líderes para que se conviertan en agentes de cambio al interior de sus familias y comunidades. Su competitivo programa de becas brinda a jóvenes prometedores el apoyo que necesitan para graduarse de la universidad. Al mismo tiempo, las y los becarios de OYE dirigen procesos educativos y de incidencia, entre los que destacan: una estación de radio, torneos artísticos y deportivos y capacitaciones para promover la equidad de género y la sana convivencia.

La iniciativa “Las Niñas Lideran” apoya a mujeres líderes alrededor del mundo para empoderar a chicas adolescentes para que defiendan y gocen de sus derechos.

La iniciativa está compuesta por 20 mujeres jóvenes que participan en círculos de diálogo para promover la discusión abierta y reflexión sobre asuntos que impactan su salud y bienestar, e impulsando procesos de incidencia para implementar la educación sexual integral en centros educativos locales.

Actualmente OYE, a través de este programa, busca la aprobación de la política pública municipal vinculada a la educación sexual integral en los centros educativos, con la finalidad de disminuir la tasa de embarazos juveniles en El Progreso, una de las más altas del país.

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