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Facilitar es una labor de cuidado: Sobre facilitación y manejo de grupos
Este blog también está disponible en inglés.
Rodrigo Barraza García de GFC comparte recomendaciones y principios para la facilitación de grupos.
La facilitación de grupos es un elemento crucial para el sector filantrópico. Ya sea que trabajemos en un organismo internacional, una fundación o una organización de base, a menudo tenemos la enorme responsabilidad de propiciar espacios de encuentro y reflexión para compartir ideas, identificar oportunidades o fortalecer capacidades.
A muchxs de nosotrxs, facilitar nos incomoda, nos preocupa, nos pone nerviosxs. Inmediatamente, comenzamos a pensar en los peores escenarios posibles. La mejor manera de prepararnos y evitar la catástrofe, nos decimos, es comenzar a hacer una lista de “cómos”:
¿Cómo compartimos los temas a tratar de una manera poderosa y significativa para alcanzar ciertos fines?
¿Cómo generamos dinámicas que sean entretenidas y que, al mismo tiempo, habiliten el aprendizaje?
La facilitación, entonces, se vuelve algo mecánico. Una serie de pasos y técnicas desarrollada por “expertos” con el objetivo de dirigir o controlar a un grupo, y así alcanzar objetivos concretos. Poco a poco, convertimos a la facilitación en un acto de manipulación.
[image_caption caption=”Desarrollando habilidades de liderazgo con infancias en Chiapas, México. © GFC” float=””]
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Es esencial prepararse, eso es innegable. Es nuestra responsabilidad conocer diversas aproximaciones teóricas y metodológicas que faciliten nuestra labor y nos permitan responder a situaciones inesperadas. Pero… ¿y si además de eso, nos tomamos unos minutos para pensar en ciertos “por qués?
¿Por qué facilitar, especialmente en tiempos de desconfianza y distanciamiento social? ¿Por qué seguir organizando taller tras taller cuando en muchas ocasiones nos cuesta identificar beneficios concretos, especialmente en el corto plazo?
Las respuestas, si realmente estamos dispuestos a buscarlas, son mucho más sencillas de lo que parece:
1. Facilitamos porque construyendo, fortaleciendo y sanando vínculos afectivos cambiamos el mundo.
Un facilitador es el que menos habla, y el que más escucha. Su labor es alentar un diálogo basado en el amor y el respeto.
Facilitar es, sobre todas las cosas, una labor de cuidado.
De cuidado del espacio, para que todxs se sientan cómodos y escuchadxs. De cuidado de cada una de las personas que nos regalan un poquito de su tiempo para salir de lo inmediato y atreverse a soñar con nosotrxs. Y de cuidado de los procesos, entendiendo que un taller no debe ser un espacio artificial y desconectado de la realidad, sino el inicio de nuevas tareas personales y colectivas para mejorar nuestras familias y comunidades.
[image_caption caption=”Creando mascaras para reflexionar sobre nuestras identidades de género en Chiapas, México. © GFC” float=””]
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Les hago entonces, una invitación: ¿y si en vez de preguntarnos “que quiero que las personas aprendan o hagan” antes de preparar una conversación grupal, nos preguntáramos “cómo quiero que las personas participantes se sientan al terminar las actividades”?
Les prometo que, si hacen esto, no solo nunca perderán el aspecto ético y humano de la facilitación, sino que las personas siempre responderán positivamente a los objetivos y temas propuestos. No hay nada más poderoso que sentirnos escuchadxs.
2. Facilitamos para comprender a los demás y reconocernos diferentes pero iguales.
Facilitamos para entender que muchas de nuestras heridas y miedos son compartidos, y que confrontarlos siempre es un poco más fácil si lo hacemos con otrxs.
Facilitar es construir espacios inclusivos en dónde la diversidad sea siempre reconocida, honrada y respetada por todxs. Es ayudar a resistir los peligros de una sola historia, y trabajar para reconstruir nuestra memoria colectiva en clave de resistencia y dignidad.
Facilitar no es imponer una agenda. Es habilitar un espacio para construirla de manera colectiva. Y eso nos exige, como facilitadores, estar siempre abiertos a lo inesperado.
[image_caption caption=”Jóvenes participando en el Encuentro Transnacional de Infancias y Juventudes Migrantes en Chiapas, México. © GFC” float=””]
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Además del cuidado, las principales cualidades de un facilitador son la flexibilidad responsable y la escucha activa. Organizamos las actividades con la total seguridad que deberemos hacer modificaciones en el camino. Lo que nos orienta es la respuesta y las necesidades de las personas. Si los participantes están aburridxs o no les interesan las actividades nunca es su culpa, es nuestra. Y es nuestra llamada de atención para empezar de nuevo y proponer algo distinto.
Un buen facilitador escucha para comprender, no para responder o intervenir. E invita a otrxs a hacer lo mismo. Facilitar es caminar con otrxs.
3. Facilitamos porque necesitamos desnaturalizar nuestro cotidiano y descubrir nuestro “poder transformador”.
Facilitamos para mirar con otros ojos, para cuestionarnos a nosotrxs mismos, para combatir los silencios que nos han sido impuestos. Para reescribir nuestra historia.
Un facilitador no es un maestro. Su labor no es enseñar o repetir mecánicamente ideas o conceptos.
No. Su principal labor es construir nuevos lenguajes. Cuestionar lo aprendido. Develar lo oculto. Demostrar que esas realidades que nos oprimen no son grandes monstruos sin nombre y sin historia, sino el resultado de acciones y situaciones concretas que pueden –y deben- modificarse.
Facilitar es promover prácticas de libertad, fomentar el espíritu crítico de las y los participantes y darles espacios para que descubran como quieren participar en la transformación de su realidad.
Un facilitar incomoda, con amor y cuidado. Así, contribuye a expandir las capacidades creativas de los participantes para que se conviertan en protagonistas de su propia historia.
Recordar por qué facilitamos, y la responsabilidad que implica trabajar con seres humanos nos ayuda siempre a confiar en los procesos de cambio, en las personas y en nosotrxs mismos, aunque muchas veces no tengamos todas las respuestas. Son los “por qués”, los que otorgan sentido a lo que hacemos.
Cuando tenemos claros los “por qués”, todo es más sencillo.
Y ahora sí, estamos listos para pensar en los “cómos”. Así que estén atentos al próximo capítulo.
Primera foto: El autor participando en una actividad con niñxs en Chiapas, México. © GFC