Editor’s note: this post is also available in English.
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
– ¡Ayúdame a mirar!
— Eduardo Galeano
Tres días. 29 organizaciones. 62 participantes. Seis países. Más de diez ciudades. Personas viajando en autobús, en avión, en taxi, en combi, en camionetas. Suma de energías que converge en un solo lugar. Un sueño que convoca.
Es el primer Encuentro de nuestra Red Transnacional de Protección Integral de Niñas y Adolescentes Migrantes. Los objetivos son claros: conocernos y (re) conocernos, aprender de los otros, dialogar, sumar esfuerzos, construir en colectivo. Reivindicar nuestro derecho a soñar. Juntas y juntos. Ayudarnos a mirar.
Personas y organizaciones de Centroamérica, México y Estados Unidos nos miramos a los ojos, nos abrazamos y nos dijimos: no estás solo. Se que el trabajo es arduo, pero podemos cuidarnos entre todos. Es necesario. Y vale la pena.
El primer día nos conocimos mejor. Aprendimos que aunque venimos de lugares distintos, muchos de nuestros problemas son comunes. Que la vida de las niñas migrantes debe ser protegida desde sus comunidades de origen hasta sus nuevos y múltiples hogares. Que ante la violencia debemos responder con un trabajo articulado, estratégico y transnacional.
El segundo día conocimos más la Frontera Sur de México. Y nos dimos cuenta que las fronteras no son más que una invención. Que cruzar un río porque tienes un sueño o porque quieres proteger a tu familia no te convierte en un criminal. Y que la gente siempre seguirá caminando para alcanzar sus sueños. O simplemente para sobrevivir.
También el segundo día nos inspiramos con el trabajo de organizaciones como Iniciativas para el Desarrollo Humano o el Centro de derechos Humanos Fray Matías de Cordova quienes, desde el corazón mismo de las comunidades transfronterizas, trabajan lado a lado con las niñas y jóvenes migrantes. Generando modelos educativos alternativos e incluyentes. Promoviendo la organización. Combatiendo el estigma hacia la población extranjera. Recuperando y reconstruyendo la memoria migrante y el elemento cultural que fortalecen nuestro sentido comunitario.
Y el tercer día, después de conocer lo grandes retos que tenemos enfrente de nosotros, nos dedicamos a soñar. A soñar de manera responsable. A ejercer nuestro derecho a la esperanza.
Y nos preguntamos ¿que podemos hacer para mejorar la asistencia legal? ¿para brindar apoyo psicosocial efectivo? ¿para promover la organización y el protagonismo de las niñas y jóvenes migrantes? ¿para construir canales de comunicación y colaboración que atraviesen las fronteras? Y ahora tenemos algunas respuestas
Y así volvimos a nuestros trabajos felices, motivados y llenos de esperanza Sabiendo que cosntruimos sueños posibles. Que ahora tenemos amigas y amigos de los dos lados de la frontera. Que todo siempre es y será más fácil cuando se comparte. Cuando es en colectivo.
Este es solo el primer paso. Lo sabemos. Pero era un paso esencial, el paso que necesitabamos para saber que otro mundo es posible. Y que estamos construyendo ese mundo. Un mundo en el que migrar sea un acto libre que multiplique nuestras pertenencias, que llene nuestros corazones. Un mundo en el que migrar signifique humanidad.
Y hacia allá vamos. Juntas y juntos. Re creando las fronteras y ayudándonos a mirar. Recordándonos que no estamos solos. Ayudándonos a mirar.
Ahora la frontera es una.
