Justicia de género, seguridad y bienestar
Justicia de género, poder juvenil
Convertirse en luchadora: la historia de Nancy
Esta publicación invitada fue escrita por Nancy Yomira Roblero Pérez, Fundadora y Directora de GFC Partner Jóvenes por el CambioTambién está disponible en español.
Aprender a boxear hizo que Nancy se sintiera fuerte y la ayudó a conectarse con otros jóvenes activistas, inspirándola a fundar Jóvenes por el Cambio.
Mi nombre es Nancy, tengo 25 años y soy de San Marcos, Guatemala.
Esta es mi historia.
Toda mi vida he sido una luchadora. Siento que es la cualidad que más me define. ¿Quieres saber por qué?
1. Un luchador nunca es un conformista.
Desde pequeña siempre he sido rebelde, eso me decía mi mamá.
San Marcos es un lugar humilde lleno de gente trabajadora, pero con muy pocas oportunidades.
La mayoría de las personas sueñan con ir a Estados Unidos y comenzar una nueva vida. Emigran desde muy jóvenes. Apenas terminan la escuela secundaria y a los 14 años hacen las maletas y se van. Muchos mueren en el viaje. Muchos olvidan de dónde vienen. Casi todos se van para nunca regresar.
En mi casa luchábamos por sobrevivir. Todo era siempre trabajo y más trabajo. A veces no nos veíamos en todo el día porque siempre estábamos trabajando. Comíamos sin hablar... nos sentíamos muy cansados todo el tiempo.
Pero yo quería estudiar. Mi sueño era estudiar relaciones internacionales para viajar por el mundo y ser un deportista reconocido.
[image_caption caption=”La fundadora de Jóvenes por el Cambio, Nancy Yomira Roblero Pérez, participa en una conferencia en Ecuador. © Jóvenes por el Cambio” float=””]
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Mi familia no lo entendió. “Deja de perder el tiempo” Me dijeron, “Es mejor conseguir un trabajo de tiempo completo para que puedas ayudar a tu familia”. “Estudiar no sirve de nada”. “Preocúpate por aprender a cocinar para que te cases pronto”. “Si sigues pensando así, te frustrarás toda la vida”.
Nunca dejé que nadie me quitara mi derecho a soñar, a pesar de las burlas de mis compañeros, la incomprensión de mi familia, las dudas y la soledad.
Nadie me ha podido quitar la sonrisa y las ganas de creer en mí misma. Aunque a veces no sé exactamente hacia dónde voy, sigo caminando.
2. Un luchador nunca se rinde a pesar de la adversidad.
El camino fue difícil, pero nunca me quejé. Estaba decidida a encontrar mi propósito en la vida.
A los 17 años descubrí el boxeo. Tuve la oportunidad de ver algunas exhibiciones en la escuela, así que decidí probar y me apunté para recibir una formación adecuada.
¡La sensación fue indescriptible! Por primera vez en mi vida me sentí completamente libre. Aprendí los límites y las capacidades de mi cuerpo. Aprendí a aguantar golpes y a levantarme. Aprendí que la perseverancia y la disciplina siempre te hacen mejorar. Me hice más fuerte física y mentalmente.
Las burlas se hicieron más intensas. Mi familia no quería darme permiso para entrenar y otros jóvenes me insultaban en la calle.
“Ahí va la marimacha”. “¿Estás loca? Te vas a lastimar. El boxeo es para hombres”.
Me resultaba difícil compaginar el entrenamiento con la escuela y mis responsabilidades en casa. A veces estaba tan cansada que ni siquiera podía llorar.
[image_caption caption=”El boxeo hace que Nancy se sienta fuerte y libre. © Jóvenes por el Cambio” float=””]
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Muchas veces pensé en dejar el boxeo, pero subir al ring y sentir esa explosión de energía fue suficiente para que yo siguiera adelante. Todas mis preocupaciones, penas y frustraciones quedaron atrás. No hay nada mejor que recibir un golpe y saber que está bien, que sigues vivo, que puedes levantarte y seguir luchando.
El boxeo me enseñó que soy mujer y que soy fuerte. Que no importa cuántas veces me caiga, siempre y cuando esté dispuesta a levantarme y seguir luchando. Cada golpe es solo una nueva lección.
Poco a poco fui conociendo a otros jóvenes como yo, más luchadores.
Nos preocupaba nuestra ciudad. Veíamos muchos problemas cada día: pobreza, violencia de género, contaminación… Nos dolía mucho ver a tantos niños y jóvenes queriendo escapar. No era justo sentirnos como si viviéramos en una jaula.
Así que decidimos crear una organización y la llamamos “Jóvenes por el cambio” (Youth for Change) porque eso es exactamente lo que queríamos: transformar nuestra comunidad, mejorarla. Mostrarle a todo el mundo que no estábamos aquí sólo para callarnos y obedecer. Que nosotros, como jóvenes, teníamos mucho que ofrecer y aportar. Y que merecíamos ser escuchados.
3. Un luchador nunca deja de inspirar a los demás.
Solo teníamos el nombre y un sueño. No teníamos nada más.
Empezamos a vender comida callejera para recaudar fondos y realizar actividades de participación comunitaria. Hicimos una campaña mediática de recolección de basura, realizamos talleres de educación sexual y realizamos obras de teatro en la calle para crear conciencia sobre los derechos de las comunidades migrantes. Impartimos clases de boxeo, principalmente para empoderar a las niñas y jóvenes y para luchar contra los estereotipos de género, la violencia y la discriminación dentro y fuera del ring.
Muchos jóvenes se desanimaron porque esperaban ver cambios rápidamente. Sólo algunos decidimos seguir soñando. Fui elegido director en ese momento y fue uno de los días más felices de mi vida.
Poco a poco, otras organizaciones comenzaron a acercarse: adultos que solo querían usarnos como símbolos y decirnos qué hacer. Solo querían fingir que les importaban los jóvenes, pero no los escuchaban.
Seguimos buscando oportunidades y logramos vincularnos con organizaciones en México y Guatemala que apoyan a comunidades migrantes. Por primera vez nos sentimos escuchados y respetados. Gracias a ellos aprendimos nuevas estrategias y metodologías para inspirar a otros jóvenes.
[image_caption caption=”Niños participan en actividad de boxeo de Jóvenes por el Cambio. © Jóvenes por el Cambio” float=””]
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Un día, recibí una llamada: “Hola, soy del Fondo Mundial para la Infancia y me gustaría conocer su organización”. Pensé que era una broma. No teníamos oficina ni registro legal. Éramos solo cinco jóvenes que nos reuníamos cada semana en un garaje para intentar cambiar el mundo, empezando por nuestra comunidad.
Compartimos nuestras esperanzas y sueños. Y dos meses después, recibimos la buena noticia: ¡iban a apoyar nuestro trabajo! Que alguien creyera en nosotros como jóvenes y confiara en nuestro trabajo fue el impulso que necesitábamos. Todo cambió a partir de entonces.
4. Un luchador nunca deja de sorprenderse.
Tres años después, todavía no puedo creer cuánto hemos crecido. Ahora somos un equipo de 30 jóvenes, hemos viajado a Colombia y México para conocer más organizaciones lideradas por jóvenes, tenemos nuestras propias oficinas y nuevo apoyo de fundaciones y del gobierno local. Y hemos desarrollado nuevas iniciativas para niñas y mujeres para que se sientan libres y poderosas.
Y GFC sigue caminando a nuestro lado. Su modelo es diferente porque se preocupan por nosotros, y no buscan sólo enseñarnos, sino también aprender de nosotros para que crezcamos juntos. Respetan e incluso alientan nuestra autonomía y nuestras decisiones. Escuchan.
Estoy por terminar dos carreras universitarias y ahora soy boxeador profesional. En Jóvenes por el Cambio seguimos creciendo y aprendiendo porque, como mi historia, tenemos muchas más historias que contar y nuevas vidas que cambiar.
Me veo en diez años como campeón de boxeo, estudiando una maestría, entrenando e inspirando a muchos más niños, niñas y jóvenes del mundo a seguir soñando.
Para que se conviertan en luchadores, como yo.
A los demás jóvenes que hoy se sienten perdidos y sin esperanzas, les prometo que no están solos y que siempre encontrarán a alguien dispuesto a apoyar sus sueños. Sólo tienen que seguir buscando.
Recuerda que si trabajas con valentía, rebeldía, disciplina y humildad, serás verdaderamente libre, podrás inspirar a otros y brillarás. Brilla siempre, como las estrellas.
Vamos a por una ronda más. Nunca bajes la guardia. Levántate, sacúdete el polvo. Y sigue adelante. Sigue luchando.
Jóvenes por el Cambio forma parte de GFC Iniciativa Niñas que experimentan migración, que cuenta con el apoyo de Fundación Tides.
Ubicado en San Marcos, uno de los departamentos más pobres de Guatemala, Jóvenes por el Cambio Utiliza el deporte como plataforma para estimular la participación comunitaria y el activismo de los jóvenes, especialmente de las mujeres. A través del boxeo, el arte y la reflexión colectiva, la organización busca enfrentar la violencia de género y promover una migración digna y basada en derechos.
La historia de Nancy es parte de la serie de modelos a seguir del Fondo Mundial para la Infancia, que presenta a jóvenes líderes inspiradores que defienden los derechos de los niños y los jóvenes en todo el mundo.
Foto de encabezado: Jóvenes participando en una actividad de jardinería de Jóvenes por el Cambio. © Jóvenes por el Cambio