Justicia de género, seguridad y bienestar
Justicia de género
Promover masculinidades saludables es clave para la igualdad de género. Pero ¿cómo lo logramos?
Este artículo fue publicado originalmente en El blog de Girls Not BridesTambién está disponible en español.
Rodrigo Barraza García reflexiona sobre sus experiencias trabajando con niños y jóvenes para promover masculinidades saludables y prevenir la inequidad de género.
En todo el mundo, la discriminación de género –es decir, las normas sociales y los estereotipos que privilegian a los hombres y menoscaba el bienestar de las mujeres y las niñas– crea barreras a la educación y la independencia de las niñas, la participación desigual de las mujeres en las esferas social, económica y política, y la violencia de género, incluido el matrimonio infantil.
Los efectos negativos de la discriminación por motivos de género no afectan sólo a las mujeres y las niñas. Un modelo patriarcal de masculinidad basado en la violencia y la dominación también reproduce y profundiza problemas que afectan a los niños y a los hombres, como el acoso, la depresión, el hostigamiento y el matrimonio infantil.
Para fomentar formas de masculinidad más saludables y no violentas que fomenten características como la empatía, el cuidado y el respeto, es necesario transformar positivamente las actitudes sociales relacionadas con la masculinidad dominante y los roles de género.
En el Fondo Mundial para la Infancia (GFC), hemos visto cómo cada vez más organizaciones de base, donantes, redes regionales y otros actores comunitarios desarrollan iniciativas transformadoras de género. Estos esfuerzos han creado nuevos espacios para que los niños y los hombres jóvenes reflexionen sobre los impactos de la masculinidad nociva en sus familias y comunidades.
Sabemos que, para lograr la justicia de género para todos, los niños y los hombres deben ser parte de la solución, actuando como aliados en nuestro trabajo por los derechos de las mujeres y las niñas.
Pero… ¿cómo logramos esto?
[image_caption caption=”Un espacio de reflexión en el círculo de masculinidades saludables que promueve la organización juvenil OYE, El Progreso, Honduras. © OYE Honduras” float=””]
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A través de mi trabajo gestionando Una iniciativa de la crisis financiera mundial Para promover masculinidades saludables y equidad de género en América Latina, he llegado a colaborar con diversas organizaciones que quieren trabajar con niños y jóvenes para avanzar en la justicia de género, pero no saben cómo empezar.
¿Cómo hacemos para que los chicos se involucren? ¿Cómo organizamos las sesiones para generar un cambio social? Éstas son las preguntas que escucho más a menudo.
No hay soluciones mágicas, por supuesto.
Pero, después de más de siete años de promover espacios seguros e íntimos para niños y jóvenes de diferentes regiones, orígenes y contextos, tengo algunos principios rectores para encender el fuego de la transformación social:
1. Las masculinidades saludables no son un momento de entrenamiento, son un proceso individual y colectivo para el bienestar comunitario.
A menudo –y sobre todo cuando se trabaja con niños y jóvenes– las instituciones y organizaciones reproducen actitudes adultocéntricas y tratan de “enseñar” a los jóvenes cómo ser mejores hombres (como si tuviéramos todas las respuestas). De esta manera, transformamos el género en un “taller” para transmitir conocimientos y conceptos demasiado abstractos y alejados de la vida de los participantes.
Si bien es importante revisar conceptos y definiciones relacionados con el sexo y el género, es igualmente importante invitar a niños, niñas y jóvenes a reflexionar sobre las realidades, los desafíos y la violencia que viven cada día.
2. Promover masculinidades saludables debe ser un proceso sustentado en el cuidado y la alegría.
Reflexionar sobre nuestras vidas y la violencia que hemos perpetrado y sufrido como hombres puede ser un proceso doloroso. No es fácil examinarnos a nosotros mismos y reconocer nuestros errores. Por eso, necesitamos construir espacios basados en el respeto y el cuidado donde realmente podamos abrirnos y abordar estas cuestiones.
[image_caption caption=”Jóvenes participan en una actividad durante un encuentro de masculinidades y juventudes en Chiapas, México. © Fondo Mundial para la Infancia” float=””]
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A lo largo de este proceso, debemos reconocer los avances e identificar los retrocesos, dar espacio a todas las emociones posibles e identificar oportunidades para la risa y el juego.
Incorporar el arte, el juego y la creatividad en nuestras interacciones nos permite acceder al mundo de los niños y los jóvenes y conectarnos con ellos de una manera más profunda. Al mismo tiempo, podemos probar nuevas formas de ser y conectarnos como hombres y plantar las semillas de un mundo mejor.
3. Las masculinidades saludables comienzan con el individuo.
En general, he tenido más éxito cuando estructuro una sesión sobre masculinidades saludables en torno a tres momentos clave, introducidos por las siguientes preguntas:
- ¿Quién soy yo? Desde muy pequeños, a los hombres se nos enseña a desprendernos de nuestros sentimientos y emociones. Así, el primer paso es conocernos mejor y ampliar nuestro abanico de interacciones, permitiéndonos probar otras formas de actuar, de ser y de sentir sin tener miedo de que se cuestione nuestra masculinidad o nuestro valor como hombres. Podemos llorar, podemos bailar, podemos abrazarnos, podemos mirar a otros hombres a los ojos, podemos tener miedo y dudas. Cuando nos permitimos hacer todo esto delante de otros hombres, y encontramos su apoyo y comprensión, nuestro mundo cambia.
- ¿Cómo puedo cambiar? Sin olvidar que el patriarcado nos afecta a todos, es hora de identificar nuestros privilegios como hombres y analizar críticamente los límites que imponen los estereotipos de género. Poco a poco, podemos empezar a ver que la masculinidad dominante es una jaula que no nos deja –ni a los demás– ser nosotros mismos. También podemos empezar a ver cómo hemos hecho daño a personas que amamos por nuestra necesidad de ser “hombres fuertes”, muchas veces controlando a las niñas y mujeres que nos rodean. Finalmente, podemos identificar juntos los temas sobre los que queremos reflexionar y actuar: temas como las adicciones, las relaciones íntimas o la violencia contra nuestras parejas. Crear un cambio es un proceso a largo plazo, y necesitamos estar totalmente comprometidos con él. A través de esfuerzos diarios y tareas concretas, podemos empezar a sanar y cambiar.
- ¿Cómo puedo transformar mi comunidad? Ya hemos analizado cómo el patriarcado y el machismo –es decir, una sociedad controlada por hombres y con un orgullo masculino fuerte o agresivo– afectan nuestras vidas. Es hora de reflexionar críticamente sobre las formas en que este sistema se expresa dentro de nuestras familias e instituciones sociales, y pensar en nuevas estrategias para enfrentar y superar juntos esta violencia. Finalmente, debemos iniciar un proceso de empoderamiento que apoye a los niños y jóvenes para que “sean el cambio” y actúen como promotores comunitarios de masculinidades saludables, abriendo nuevos espacios para involucrar a sus familias y comunidades en un movimiento colectivo contra las desigualdades de género.
[image_caption caption=”Diego, joven indígena tzeltal miembro de la Coalición Indígena de Migrantes de Chiapas, participa en un encuentro de masculinidades y juventudes en Chiapas, México. © Fondo Mundial para la Infancia” float=””]
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De esta manera, podemos fomentar la justicia de género y contribuir a poner fin a una de las mayores pandemias mundiales que enfrentamos hoy: la violencia contra las mujeres y las niñas, de la cual el matrimonio infantil es una manifestación.
La promoción de masculinidades saludables, que comienza internamente, puede luego convertirse en bienestar social.
4. Promover masculinidades saludables no es sólo algo que haces, sino también algo que te define.
Facilitar un espacio para promover masculinidades saludables requiere responsabilidad. No se trata de “transmitir conocimiento” o “ser experto”, sino de crear un espacio seguro para la reflexión compartida y el aprendizaje continuo. Como facilitadores, debemos comprometernos plenamente con el grupo para generar confianza y diálogo colectivo. Debemos ser los primeros en compartir, reflexionar y aprender. Y necesitamos la ayuda de nuestros pares para seguir haciéndolo.
Debido a que las acciones personales transmiten el mensaje más fuerte, los facilitadores deben encarnar sus valores, sirviendo como modelos a seguir construyendo mejores relaciones y eliminando la violencia de sus propias vidas.
Aún queda mucho por hacer, pero en GFC estamos comprometidos a apoyar y aprender de las organizaciones locales con las que colaboramos. Estas organizaciones: en países como Honduras, Guatemala y México – están creando espacios seguros para los niños, desarrollando programas dirigidos por jóvenes y basados en la cultura, y promoviendo una educación sexual integral para lograr la justicia de género.
Todos podemos ser parte del cambio y me alegra ver que los niños y los jóvenes están desempeñando un papel activo.
Para obtener más información sobre cómo trabajar con niños y hombres, consulte Girls Not Brides. Informe sobre la participación masculina en la erradicación del matrimonio infantil.
Foto de cabecera: Espacio de reflexión en el círculo de masculinidades saludables que impulsa la organización juvenil OYE, El Progreso, Honduras. © OYE Honduras