El poder de la bondad: acciones cotidianas para cambiar el mundo


Por Rodrigo Barraza García

Nota del editor: Esta publicación también está disponible en ingles.

Rodrigo Barraza, codirector para las Américas de GFC, refleja sobre cómo podemos practicar la bondad y promover el bienestar, especialmente durante tiempos difíciles.

Vivimos tiempos complicados, no cabe duda. Justo ahora, cuando comenzábamos a recuperar un cierto grado de normalidad después de dos años llenos de miedo e incertidumbre, resurgen viejos fantasmas que confrontan nuestra humanidad.

La guerra se ha instalado nuevamente. El autoritarismo y la polarización han fracturado nuestras comunidades. Las desigualdades profundizadas por la pandemia parecen casi imposibles de revertir.

Sin embargo, todavía hay esperanzas. Ante el dolor, son muchos los esfuerzos que apuestan por la vida, el encuentro y la solidaridad. Muchxs, nos negamos a aceptar esta realidad impuesta y estamos seguros que un mundo más justo, incluyente y digno es posible.

Y no hablo solamente de ideales o buenas intenciones. Hablo de acciones concretas que se llevan a cabo todos los días para transformar el poder.

El sector filantrópico es un gran ejemplo de ello. Cada vez más, los donantes internacionales apuestan por construir relaciones basadas en la confianza y la transparencia. Desde GFC, estamos convencidos de que podemos seguir influyendo para que otras fundaciones y organizaciones adopten esquemas de financiamiento flexibles y multianuales orientados al bienestar comunitario.

[image_caption caption=”Rodrigo visitando OYE, un socio de GFC en Honduras. © GFC” flotador =””]

Rodrigo Barraza poses with children and organization staff on a visit to a partner

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Todos los días compruebo, con mucho entusiasmo, cómo cada vez más donantes están dispuestos a unirse a este movimiento para transformar el poder –primero, reconociendo los desequilibrios de poder en la cooperación internacional para, posteriormente, comprometerse con prácticas más equilibradas y horizontales al servicio. de objetivos comunes.

A medida que los donantes comenzamos a ajustar nuestros sistemas, esquemas de financiamiento y mecanismos de rendición de cuentas, nos damos cuenta que es posible “operativizar” valores humanos profundos, como la confianza y la justicia. Es decir, que podemos transformar estos valores en prácticas cotidianas y específicas que se vuelven parte de nuestra cultura organizacional. Y esto es sumamente poderoso.

Pero… ¿es suficiente?

Siendo fiel al principio de “soñar radicalmente” tan arraigado en GFC, creo que aún es posible ir un paso más allá.

Ahora que palabras como “confianza”, “transparencia” y “responsabilidad compartida” comienzan a incorporarse al diccionario de la filantropía, propongo incluir una palabra más, sencilla, pero poderosa: la bondad.

¿Y cómo podemos hacer esto? Recordando que las organizaciones están compuestas por seres humanos que merecen ser vistos, escuchados y reconocidos todo el tiempo.

Y son las acciones cotidianas las que cuentan. Esas que muchas veces no aparecen en nuestros manuales de operaciones o teorías del cambio.

Así es como lo hacemos:

  • Conociendo los nombres de las personas que forman parte de las organizaciones que apoyamos. Preguntándoles ¿cómo están? no por obligación y cortesía, sino porque estamos dispuestos a conocerles, escucharles y quererles. Porque nos importan sus vidas y sus luchas.
  • Estando en contacto constantemente con nuestros socios no solamente porque necesitamos algún dato o porque debemos escribir un informe, sino porque queremos hacerles saber que estamos aquí para ellxs. En los buenos y en los malos momentos.
  • Visitando a nuestros socios, pasando tiempo con ellxs, siendo curiososxs y estando siempre dispuestos a aprender de su trabajo. No dejar nunca de maravillarnos y haciéndoles saber todo el tiempo a nuestros socios que su trabajo es increíble y poderoso.
  • Creando espacios seguros que nos permita reconocernos, expresar nuestras emociones y dar rienda suelta a nuestra curiosidad y creatividad. No para olvidarnos de lo que pasa allá afuera, sino para transformar el mundo desde el amor y la empatía.
  • Dándonos el permiso de parar, de respirar, de tomar el tiempo que sea necesario para pensar en nuestro bienestar. Aprendiendo a cuidar ya ser cuidados.
  • Reconociendo errores, limitaciones, dudas. Sabiendo que no siempre se tienen las respuestas y no reducir la realidad a una serie de números o indicadores. Abrazando el cambio y la transformación.
  • Escuchando. No para responder o dar consejos, sino para intentar comprender lo que sucede. Escuchar para hacer sentir al otro valorado.
  • Siendo tolerantes y optimistas, reconociendo y celebrando esas pequeñas victorias que, tal vez no inmediatamente, pero están cambiando el mundo.

La bondad requiere de práctica y disciplina. De trabajo e introspección constantes. Es como tocar un instrumento. Algo que se debe practicar todo el tiempo.

En GFC, sabemos que La bondad es un valor y al mismo tiempo, una responsabilidad. Nos esforzamos todos los días por hacer de la bondad una práctica que atraviesa todo nuestro trabajo, incluso las acciones más pequeñas.

Seguimos trabajando a muchos niveles. Transformemos sistemas, ideas y políticas que promueven el miedo y la desesperanza. Pero, al mismo tiempo, acerquémonos y apoyamos a nuestros semejantes, nuestros colaboradores, nuestros vecinos.

Esforcémonos por construir comunidad, una persona a la vez. Ayudémonos a sanar. Sostengámonos y elevémonos mutuamente en estos momentos oscuros.

El mundo necesita de nuestra bondad.

Primera foto: Una niña sonriendo para la cámara en Chiapas, México. © GFC

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